“Norma, no hay nada trágico en tener 50 años, a menos que
pretendas tener 25.”
“El crepúsculo de los dioses”, incomprensible traducción del
original “Sunset Boulevard”, es una de las numerosas obras maestras que pueblan la
filmografía del gran Billy Wilder. La película es una feroz crítica a ese
microcosmos que constituye Hollywood y al variopinto grupo de personajes que lo
habitan.
La cinta cuenta la historia de Joe Gillis, un guionista del
tres al cuarto acuciado por las deudas, que, por azar del destino cuando se
avería su coche, acaba en la mansión de Norma Desmond, una antigua estrella del
cine mudo que vive alejada del nuevo Hollywood, ya que ha quedado apartada de la época en la que el cine sonoro estaba en su auge.
Norma le ofrece un trabajo como revisor de un guión que ella
mismo ha escrito sobre el personaje bíblico de Salomé. Joe ve aquí una manera de ganar
dinero rápido fácilmente, y así acabar con sus problemas económicos. Sin embargo,
lo que empieza como un empleo rápido y sencillo pronto se convierte en la
historia de una obsesión de una mujer que vive ajena a la realidad, que cree que todavía es una diva del cine cuando apenas nadie la recuerda.
La película es una sucesión de una escena genial tras
otra, así que no sabría cuál de ellas destacar o con cual quedarme. Dicho esto,
voy a exponer las razones por las que creo que es, y seguirá siendo, una imperecedera
obra de arte:
- Los personajes: Parece que la historia sigue el esquema
típico de los personajes de un cuento de hadas: hay un príncipe, una princesa, una bruja y el
secuaz de ésta última. Lo bueno es que Wilder pervierte esta
estructura elevándola al terreno de la sátira, en la que no queda títere con
cabeza.
- El guión: Escrito a seis manos por el propio Billy Wilder,
Charles Brackett y D.M. Marshman Jr., el libreto está plagado de numerosas
referencias al Hollywood de la época (la discusión sobre quién podría
protagonizar Bases cargadas), al de épocas pasadas ("las figuras de cera") ingeniosos chistes (los diálogos con Betty) o los dardos que se lanzan los
personajes entre ellos (la frase que encabeza la entrada).
- La puesta en escena: La película, además de ofrecer una
divertida reflexión y un amplio abanico de personajes ricos en matices, es entretenidísima,
lo cual, personalmente, valoro mucho. Una película de casi dos horas que te
hace pensar, que además te divierte y que hace que te olvides del reloj hasta
que finalice la proyección. Todo esto es mérito de Billy Wilder, que un día se
cansó de que otros directores estropeasen sus guiones, por lo que decidió dirigirlos
él mismo.
- Es atemporal: La película trata temas que se siguen dando
hoy en día, pero por poner un ejemplo muy claro, voy a mencionar el de las
edades de las actrices y la importancia que tiene. Ya se cuentan por decenas el
número de actrices que han pasado por el quirófano para alejar un poco más la inminente senectud, lo cual les ha privado, como poco, de expresividad (véase Nicole
Kidman o Meg Ryan por citar dos ejemplos muy obvios). Hollywood quiere jóvenes a sus
actrices, siendo el rol de mujer madura un objetivo imposible excepto
para un cerrado círculo, formando parte del mismo la veterana Meryl Streep. La tragedia de Norma y su lucha contra la vejez se extrapola con inquietante naturalidad al cine actual, más de 60 años después de que se realizase la película.
Respecto a los actores, William Holden destaca como el
sarcástico guionista Joe Gillis, el protagonista asesinado que nos cuenta desde
el fondo de una piscina su auge y caída en Sunset Boulevard. Como la inestable,
desequilibrada y endiosada Norma Desmond está impresionante Gloria Swanson, con
una historia similar a su trayectoria artística, pues ella también había sido
estrella del cine mudo. Erich von Stroheim es el enigmático sirviente Max, que
guarda una extraña devoción por Norma, cuyos secretos iremos descubriendo a
lo largo de la cinta. También vemos a Nancy Olson como la dulce Betty Schaefer,
que supondrá un oasis para la jaula en la que vive Joe.
En cuanto a su director, poco más hay que decir de uno de
los mejores de la historia como lo es Billy Wilder. En su prolífica filmografía,
destacan otras obras maestras en las que alternaba igual de bien comedias y
dramas. Perdición, Testigo de cargo, El apartamento o Con faldas
y a lo loco son buenos ejemplos.
Por último, recomendar esta enorme obra maestra, que forma parte de ese cine
que ya no se hace, que culmina con una de las mejores escenas finales de la
historia del cine.
“Señor DeMille, estoy lista para mi primer plano”
P.D. Agradezco al programa Días de cine la oportunidad de revisitar este peliculón en pantalla grande.
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