sábado, 9 de noviembre de 2013

"Todos los hombres del presidente", dignificando el periodismo


“¡Tengo mujer y una familia y un perro y un gato!”

“Todos los hombres del presidente” es una película basada en el libro del mismo título que escribieron los periodistas Bob Woodward y Carl Bernstein en 1974 sobre la investigación y posterior escándalo del caso Watergate, que comenzó como un allanamiento a la sede del partido demócrata y acabó con la dimisión del presidente Richard Nixon.

El director Alan J. Pakula consigue algo que se echa mucho de menos en las películas de ahora: pasión. Esta pasión se traduce en la enérgica forma con la que está contada la película, por su maravilloso reparto (no hay ni un solo actor o actriz que lo haga mal), y por el relato de uno de los escándalos que acabó con la primera y única dimisión de un presidente en Estados Unidos.

También quiero resaltar el precioso homenaje que se hace a una profesión tan hermosa y necesaria como es el periodismo, y que últimamente sufre bastantes críticas. El empeño, el entusiasmo y el tesón que caracterizan a los dos personajes principales son imprescindibles para que empaticemos con ellos y para que, un servidor por lo menos, sintamos poco menos que admiración por la dedicación que demuestran en la investigación de la que forman parte.


Dando vida a los dos periodistas están dos actorazos como Robert Redford y Dustin Hoffman, que siguen haciendo peliculones hoy en día, si bien no como los de esa época dorada de la que fueron privilegiados protagonistas: la década de los 70. No sé cómo son los auténticos Bernstein y Woodward, pero yo me creo desde el primer momento a Redford haciendo interminables llamadas desde su oficina del Washington Post o a Dustin Hoffman cada vez que se enciende uno de esos infinitos cigarrillos que no parece que se le terminen nunca.

Respecto a los secundarios, se merece un párrafo aparte la estupenda actuación que hace el siempre genial Jason Robards (no le he visto una mala interpretación aún), aportando naturalidad y simpatía a ese jefazo superclase del periódico, incapaz de tener los pies en el suelo, literalmente. Robards vio recompensado su enorme trabajo con el oscar de ese año. Por otro lado también está Hal Holbrook, haciendo un breve papel como el informante anónimo Garganta Profunda.

Si hubiese que poner alguna pega, diría que la información que se nos proporciona puede llegar a abrumar tanto por su cantidad como por lo rápido que se nos comunica, pero es algo que no importa puesto que es una cinta que merece más de un visionado posterior.


También quería comentar que para valorar esta película en su justa medida, hay que verla en versión original, ya que se pierden muchos matices de los actores en el doblaje (la voz de Robards es un don que debe disfrutarse), como en cualquiera otra película, aparte de otro molesto detalle: en la versión española, el personaje de Garganta Profunda no recibe el nombre de la famosa película erótica, si no que simplemente le conocen como “El Ronco” (¿?).

Por todo lo mencionado antes, recomendar un clásico por el que no pasan los años, y que hace que creamos en una profesión que debería dignificarse por los profesionales del sector así como por todos los receptores que nos beneficiamos y disfrutamos de ella.

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