martes, 21 de enero de 2014

"Agosto", el declive de la familia americana



"Somos una selección de células al azar."

La familia es una de las instituciones más famosas que conocemos, ya que todos formamos parte de una y, algunos, incluso de dos. Siempre he tenido una cierta debilidad por aquellas películas que se encargan de retratar y analizar el tema de los lazos familiares, y cuanto más desestructurados, mejor. Por ello, entre otras muchas razones, mi película favorita es “El padrino: Parte II”, que lleva este tema al paroxismo.

En la película que hoy nos ocupa, si bien no alcanza las cotas de tragedia a las que llega la familia Corleone, tampoco se queda corta, puesto que las heridas y cicatrices que tienen los miembros de la familia Weston vemos que son enormemente profundas y de las que no parece tan fácil curarse.

El punto de partida de “Agosto” es la desaparición del patriarca de la familia Weston, Beverly, un escrito alcohólico, que hará que sus tres hijas, Karen, Ivy y Barbara, se reúnan con su desequilibrada y excéntrica madre, Violet, para acompañarla en este duro trance. El resultado es una de las reuniones familiares más sórdidas, brutales y cínicas que hemos visto jamás en la gran pantalla.

No tienen que transcurrir muchos minutos de metraje para que descubramos lo desestructuradas que están las relaciones entre los miembros de esta familia, y que una de las grandes responsables es la matriarca, Violet. Una persona soberbia, cruel y magnánima, y al mismo tiempo, muy débil y vulnerable, ya que debido a una dura infancia y a un matrimonio no mucho mejor, se ha convertido en un ser despiadado. Todo esto unido a un cáncer de boca que la tiene completamente empastillada, ha hecho que se vuelva desequilibrada e irascible.


De ella se tendrán que hacer cargo en estos duros momentos sus tres hijas, muy diferentes entre sí. Barbara, la mayor de todas, parece la más responsable, pero arrastra el gran problema de rebeldía de su hija adolescente, y un matrimonio con muchos secretos. La mediana, Ivy, es la que no abandonó el condado de Osage, donde vive su madre, y a pesar de ello, es la que más sufre sus ataques por el hecho de que cree que permanece soltera, aunque como luego revelará, no es así. La hija pequeña, Karen, parece la más díscola de todas y con un grave problema de inmadurez. Las tres, acompañadas de sus familias, y junto con la presencia de la hermana de Violet, Mattie Fae, su marido y su hijo, sufrirán el vendaval de Violet.

Como se puede ver, es una película donde las que mandan son las mujeres, y que, como antítesis de la magnífica “Los Soprano”, aquí los hombres son los que callan y obedecen, a los que no se les tiene para nada en cuenta y no pintan nada. Un ejemplo que ilustra esta actitud es ese momento en el que Violet manda ponerse las chaquetas a los hombres en la cena, y ellos, sin rechistar, acatan sus órdenes.

Es cuando todos se reúnen y las presentaciones de los personajes ya están hechas, llega el punto cumbre de la película, y por la que creo que merece pagar el precio de la entrada: la espléndida escena de la cena. Es aquí cuando, una vez puestas todas las cartas sobre la mesa, nos entregan una magistral clase sobre actuación. Todos, absolutamente todos, tienen su momento en una monumental secuencia de casi media hora en la que el drama y la comedia (Chris Cooper bendiciendo la mesa) se mezclan, en las que las risas y los silencios congenian (cuando Abigail Breslin explica por qué es vegetariana), y las bromas y los insultos aparecen por igual. Aquí es donde se muestra la verdadera miseria de esta familia, y como está tan bien escrita, dirigida, y sobre todo, protagonizada, no me queda más que aplaudirla una y otra vez.


Lo malo es que la película no vuelve a tener el elevado nivel que se muestra en la cena, y tiene un giro de guión que me sacó bastante de la película, así que me voy a adentrar en el terreno del SPOILER, por lo que si no se ha visto la película y no quieres saber lo que ocurre, NO LEAS LO QUE QUEDA DE PÁRRAFO. En la cena ha quedado bastante claro lo jodida que está la familia y que la reconciliación parece imposible, por ello me parece innecesaria esa vuelta de tuerca sobre los padres del pequeño Charles, para así trastocar la relación con su prima, y luego hermana, Ivy. Me pareció un poco efectista y tan propio de un culebrón de segunda, que no voy a negar que me sacó un poco de la película y me decepcionó por el alto nivel mostrado hasta entonces. Lo que no quiere decir que la segunda parte de la película sea mala. Para nada. Simplemente no logra mantener el listón conseguido durante la primera hora y cuarto.

Respecto al impresionante reparto, y que por lo que he leído, tuvo bastante culpa de que fuera posible reunir a semejante plantel de actores el productor George Clooney, hay que mencionar unas cuantas cosas. Mucho se ha alabado el trabajo de Meryl Streep en esta película, y que incluso se merecería conseguir su cuarto oscar. Pues bien, si bien Streep nunca ha sido santa de mi devoción, en esta película con su histrionismo se pasa tres pueblos. Vale que su personake es una mujer adicta a las pastillas y un poco demente, pero es que no puedo con sus constantes risotadas, sus gritos y sus modulaciones en la voz (imprescindible versión original) para demostrar lo ida que está. Personalmente, le gana la partida una impresionante Julia Roberts, a lo que no veía tan bien desde “Erin Brockovich”. Ella sabe donde tiene que estar. Sabe cuando tiene que gritar, cuando tiene que reír, llorar y callar. Del tan mencionado duelo que se nos ha vendido, tengo bastante claro cuál es la ganadora.


Pero por mencionar a las dos grandes protagonistas, no me quiero olvidar del resto del impresionante plantel de actores de esta película. Es un auténtico placer ver a todos esos intérpretes en la pantalla. La naturalidad que aportan a sus personajes es prodigiosa y no parece de este mundo. El mayor logro de la película es que parezca que estamos ante la auténtica reunión de la familia Weston, por lo que voy a nombrar a todos los que han aportado un enorme granito de arena para hacer tan disfrutable esta adaptación. La tierna Julianne Nicholson, Benedict Cumberbatch volviendo a cambiar de registro y volviendo a salirse otra vez, Sam Shepard en un brevísimo papel, Chris Cooper haciendo de padre santurrón, Dermot Mulroney como inigualable chuleta, Juliette Lewis como díscola hermana menor, Ewan McGregor dejando el protagonismo para ellas y aún así, genial como siempre en su discreción, Abigail Breslin como rebelde adolescente atónita ante lo que sucede a su alrededor, y Margo Martindale haciendo espléndidamente de esa tía Mattie Fae y enseñándole de tú a tú a Meryl Streep como comportarse como una auténtica tirana.

El fabuloso guión corre a cargo de Tracy Letts, que adapta su propia obra de teatro, ganadora del Premio Pulitzer de 2008. Un enorme retrato de las miserias humanas a pesar de que, en la segunda parte de película, se excede y mucho en su dramatismo. El director John Wells, como el mismo reconoció, se limita a estorbar lo menos posible y deja todo en manos de sus excelentes actores.

Por último, recomendar esta notabilísima película y aprovechar ahora que está en pantalla, para disfrutar de una de las películas más demoledoras sobre esa institución que es la familia. Como dice Ivy en cierto momento, sólo somos una selección de células al azar. Y vaya selección. No os equivoquéis y escoged ésta, porque es maravillosa.

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