"Soy duro pero soy justo, y aquí no hay ninguna intolerancia racial. Yo no desprecio a nadie porque sea negro, judío, latino o chicano. Aquí todos sois igual de insignificantes, y mis órdenes son acabar con todos aquellos que no sean capaces de dar la talla en mi amado cuerpo. ¿Me entendéis, capullos?"
"La chaqueta metálica" es la penúltima película de uno de los directores más grandes y atrevidos de la historia del cine, el británico Stanley Kubrick. La historia adapta la novela "The Short-timers", de Gustave Hasford. No sé como de fiel habrá sido la adaptación, pero una de las conclusiones que extraigo es que se trata de una película terriblemente descompensada.
"La chaqueta metálica" es la penúltima película de uno de los directores más grandes y atrevidos de la historia del cine, el británico Stanley Kubrick. La historia adapta la novela "The Short-timers", de Gustave Hasford. No sé como de fiel habrá sido la adaptación, pero una de las conclusiones que extraigo es que se trata de una película terriblemente descompensada.
Al igual que otras películas del director inglés como las
excelentes “La naranja mecánica” o “Barry Lyndon”, la estructura narrativa de “La chaqueta metálica” tiene dos bloques
bien segmentados y bastantes diferenciados, tratándose de una división mucho
más radical que las películas anteriormente mencionadas. En los siguientes
párrafos comentaré cada bloque y fundamentaré la opinión que tengo sobre ella,
ya que, como he dicho al principio, me parece una película muy irregular.
En la primera parte asistimos a la instrucción de un
conjunto de jóvenes soldados para su preparación para la guerra de Vietnam. El
encargado de proporcionarles la instrucción es el despiadado Sargento Hartman,
probablemente, el personaje más célebre de la cinta. Suyos son los
chascarrillos y frases más famosas, y uno de los personajes más aterradores y
odiosos que nos ha dado el séptimo arte.
Este bloque no sólo es el mejor de los dos, sino que es una
impresionante recreación de la brutalidad militar, en el que, como sucede con
“Black Hawk derribado”, apenas hay un desarrollo narrativo; simplemente nos
limitamos a observar las andanzas del peculiar pelotón. Es la parte más
conseguida, la más entretenida, y también se pude considerar la más novedosa,
ya que al contrario que la mayoría de las películas bélicas, que se centran en
la guerra y sus consecuencias, ésta nos habla de la formación de los soldados,
y las distintas repercusiones que tiene en éstos, como puede ser el caso
del recluta Bufón y el del recluta Patoso en polos opuestos. El comienzo es
impresionante y el final es soberbio, pero lo que hay en medio también es muy
reseñable, como cuando vamos observando la evolución del recluta Patoso, la
dureza de sus compañeros, o las implacables tácticas de aprendizaje de Hartman.
En cambio, la segunda parte desmerece todos los logros
obtenidos en la primera. No la critico porque trate del conflicto de la guerra
en sí, sino porque, viniendo de alguien como Kubrick, uno espera algo más; sin
embargo, me encontré soldados haciendo el tonto, unos cuantos tiros, y unas
escenas juntadas con otras que no sabía muy bien lo que me querían decir. Yo no
digo que toda la película fuese sobre la instrucción, pero al ser un cambio tan
radical y poner el listón tan alto en el fragmento anterior, uno se lleva una
gran decepción.
El Sargento Hartman poniendo cara de pelea |
Respecto a los actores, destaca R. Lee Ermey, militar en la
vida real que fue contratado por Kubrick cuando ya tenía a otro actor para su
papel. Conocido era el rechazo del director a la improvisación, pero aquí hizo
una de esas escasas excepciones en la que le dio carta blanca a Ermey para vomitar
toda esa retahíla de originales e hirientes insultos, aprendidos en su etapa militar, que te hacen reír por su
ingenio y descolocarte por su brutalidad. El otro intérprete que sobresale es
Vincent D'Onofrio como el perturbado y desequilibrado recluta Patoso, tierno y
amenazante según lo requiera el papel. D'Onofrio llegó a engordar la friolera de 31 kg.
En la silla del director está el mencionado Stanley Kubrick,
que arriesga muy poco formalmente, o por lo menos parece que la valentía le duró
sólo en la parte de la formación militar. Incluso en su película
pretendidamente más comercial, “El resplandor”, Kubrick echó manos de steady y
trucos de montaje para dejarnos una película que ya es historia del cine. “La
chaqueta metálica” tiene un toque mucho más comercial y menos arriesgado, lo cual
desilusiona al espectador.
No voy a dejar de recomendar la película aunque me deje un
sabor agridulce, porque si hay un director que se ganó con creces el visionado
de cada una de sus obras, ése es Kubrick, y a un genio que innovó y rompió tantos
tabúes no se le puede negar ese derecho.
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