miércoles, 29 de enero de 2014

"La Chaqueta Metálica", descompensado y curioso film bélico


"Soy duro pero soy justo, y aquí no hay ninguna intolerancia racial. Yo no desprecio a nadie porque sea negro, judío, latino o chicano. Aquí todos sois igual de insignificantes, y mis órdenes son acabar con todos aquellos que no sean capaces de dar la talla en mi amado cuerpo. ¿Me entendéis, capullos?"

"La chaqueta metálica" es la penúltima película de uno de los directores más grandes y atrevidos de la historia del cine, el británico Stanley Kubrick. La historia adapta la novela "The Short-timers", de Gustave Hasford. No sé como de fiel habrá sido la adaptación, pero una de las conclusiones que extraigo es que se trata de una película terriblemente descompensada.

Al igual que otras películas del director inglés como las excelentes “La naranja mecánica” o “Barry Lyndon”, la estructura narrativa de “La chaqueta metálica” tiene dos bloques bien segmentados y bastantes diferenciados, tratándose de una división mucho más radical que las películas anteriormente mencionadas. En los siguientes párrafos comentaré cada bloque y fundamentaré la opinión que tengo sobre ella, ya que, como he dicho al principio, me parece una película muy irregular.


En la primera parte asistimos a la instrucción de un conjunto de jóvenes soldados para su preparación para la guerra de Vietnam. El encargado de proporcionarles la instrucción es el despiadado Sargento Hartman, probablemente, el personaje más célebre de la cinta. Suyos son los chascarrillos y frases más famosas, y uno de los personajes más aterradores y odiosos que nos ha dado el séptimo arte.

Este bloque no sólo es el mejor de los dos, sino que es una impresionante recreación de la brutalidad militar, en el que, como sucede con “Black Hawk derribado”, apenas hay un desarrollo narrativo; simplemente nos limitamos a observar las andanzas del peculiar pelotón. Es la parte más conseguida, la más entretenida, y también se pude considerar la más novedosa, ya que al contrario que la mayoría de las películas bélicas, que se centran en la guerra y sus consecuencias, ésta nos habla de la formación de los soldados, y las distintas repercusiones que tiene en éstos, como puede ser el caso del recluta Bufón y el del recluta Patoso en polos opuestos. El comienzo es impresionante y el final es soberbio, pero lo que hay en medio también es muy reseñable, como cuando vamos observando la evolución del recluta Patoso, la dureza de sus compañeros, o las implacables tácticas de aprendizaje de Hartman.

En cambio, la segunda parte desmerece todos los logros obtenidos en la primera. No la critico porque trate del conflicto de la guerra en sí, sino porque, viniendo de alguien como Kubrick, uno espera algo más; sin embargo, me encontré soldados haciendo el tonto, unos cuantos tiros, y unas escenas juntadas con otras que no sabía muy bien lo que me querían decir. Yo no digo que toda la película fuese sobre la instrucción, pero al ser un cambio tan radical y poner el listón tan alto en el fragmento anterior, uno se lleva una gran decepción.

El Sargento Hartman poniendo cara de pelea
Respecto a los actores, destaca R. Lee Ermey, militar en la vida real que fue contratado por Kubrick cuando ya tenía a otro actor para su papel. Conocido era el rechazo del director a la improvisación, pero aquí hizo una de esas escasas excepciones en la que le dio carta blanca a Ermey para vomitar toda esa retahíla de originales e hirientes insultos, aprendidos en su etapa militar, que te hacen reír por su ingenio y descolocarte por su brutalidad. El otro intérprete que sobresale es Vincent D'Onofrio como el perturbado y desequilibrado recluta Patoso, tierno y amenazante según lo requiera el papel. D'Onofrio llegó a engordar la friolera de 31 kg.

En la silla del director está el mencionado Stanley Kubrick, que arriesga muy poco formalmente, o por lo menos parece que la valentía le duró sólo en la parte de la formación militar. Incluso en su película pretendidamente más comercial, “El resplandor”, Kubrick echó manos de steady y trucos de montaje para dejarnos una película que ya es historia del cine. “La chaqueta metálica” tiene un toque mucho más comercial y menos arriesgado, lo cual desilusiona al espectador.

No voy a dejar de recomendar la película aunque me deje un sabor agridulce, porque si hay un director que se ganó con creces el visionado de cada una de sus obras, ése es Kubrick, y a un genio que innovó y rompió tantos tabúes no se le puede negar ese derecho.

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