(AVISO: EL ARTÍCULO PUEDE CONTENER SPOILERS)
"Si lo único que hace que una persona sea decente es la expectativa de una recompensa divina, entonces, hermano, esa persona es un pedazo de mierda."
De vez en cuando aparecen series que se erigen como auténticos fenómenos y cuya repercusión alcanza cotas elevadísimas gracias a las redes sociales como twitter. Creo que no exagero cuando digo que lo que se ha vivido con “True Detective” y las miles de teorías que anticipaban su final podría compararse con lo que sucedió hace varios años con “Perdidos” (guste más o menos) . Y algunas personas que no la hayan visto se preguntarán qué demonios tiene esa serie de ocho capítulos de la que todo el mundo habla. Pues bien, para empezar podría decirse que es lo más genuino que ha salido de la pantalla pequeña en bastante tiempo.
“True Detective” cuenta la investigación policial que
persigue la pista de un asesino en serie. La serie abarca un período de 17 años
en el que conocemos a los policías encargados del caso, Martin Hart y Rustin
Cohle, dos policías tan diferentes como el día y la noche. En ese lapso de
tiempo, hay tres momentos bien diferenciados en los que se centra la trama y en
los que la narración salta constantemente de uno a otro:
- 1995, cuando tiene lugar el asesinato de Dora Lange, en el que se inicia la investigación que trata la serie.
- 2002, cuando la relación (a lo mejor amistad sería decir demasiado) de los dos agentes se rompe.
- 2012, cuando un par de policías entrevistan a Cohle y Hart, por separado, para esclarecer lo sucedido en torno a la investigación del asesinato de Dora Lange con el pretexto de que los archivos relacionados con el caso se perdieron en una inundación.
A priori, puede parecer otra serie policíaca basada en el esquema de las “buddy movies”. Se podría decir que sí, pero ésa sería una afirmación demasiado simplista, porque “True Detective” es mucho más. La serie es un demoledor retrato de dos personajes consumidos y que lo estarán aún más cuando se topen con el caso de sus vidas. Es la narración de una escabrosa trama criminal en la que la maldad humana se expondrá de cruel y pesimista manera. Y también es una realista estampa sobre la vida sureña americana, donde, recordando la reciente ganadora del Oscar “12 años de esclavitud”, vemos unos impresionantes paisajes donde suceden las cosas más terribles que podamos imaginar.
Una de las muchísimas virtudes con las que cuenta esta serie
es su peculiar estructura narrativa. Como he comentado antes, son tres períodos
distintos en los que se sitúa la acción, de los que saltamos de uno a otro para
que, de forma muy gráfica, observemos acciones y consecuencias. Salvo en el
2012, periodo que representa el presente, nos trasladamos a los otros dos
mediante las entrevistas a los que son sometidos los detectives y la mujer de
uno de ellos. Y aquí es cuando la genialidad vuelve a elevarse una vez más
cuando, en algunas ocasiones, lo que cuentan los personajes (lo que oímos en sus respuestas) difiere
completamente de lo que sucedió en realidad (lo que vemos en pantalla). Por eso
me alucina como Cohle y Hart, a pesar de no hablarse desde hace 10 años,
mantienen la misma versión sobre el final del caso de Dora Lange, que
finalmente no resultó ser tal.
Otro de los protagonistas de “True Detective” es la misma
Louisiana, lugar donde transcurren los hechos. Es fascinante como, desde tu sofá, te impregnas de la humedad y del calor típicos del sur americano, del acento de
sus protagonistas, y en varios capítulos, incluso parece que prácticamente estás allí; la sensación de inmersión en la historia asusta. Por si esto último no ha quedado claro, los últimos minutos del cuarto capítulo darán fe de ello. Un
vertiginoso y brutal plano secuencia de casi 7 minutos de duración en el que
nos vemos involucrados en una emboscada de la que parece imposible escapar. La
planificación, la dirección, las actuaciones, la osadía del director a
atreverse a hacer un nuevo salto doble mortal eleva a "True Detective" por encima de la
media, la media de series de gran calidad que hay o ha habido en antena. Esta
serie es tan perfecta, que hasta su cautivadora intro, con la canción “Far from
any road”, te impedirá que uses el fast foward para saltártela.
Además, esta obra viene marcada con el sello de HBO, canal
que revolucionó el tubo catódico e hizo que las ficciones que se hacían en
televisión dejaran en calzoncillos a aquellas que veíamos en pantalla grande. En un momento en el que se hablaba de que
otras cadenas como AMC le estaban comiendo terreno, HBO ha dado un golpe en la mesa
obsequiándonos con una de las mejores obras vistas en televisión que se
recuerden. Personalmente, esta primera temporada de “True Detective” puedo
ponerla a la altura de esa obra de arte que es “The Wire”, mi segunda serie
favorita. Además, cada temporada de la serie contará con intérpretes e historia
distinta, así que funcionan de manera independiente.
Respecto al párrafo anterior, es una pena que no vayamos a
ver más a Woody Harrelson y Matthew McConaughey como Martin Hart y Rustin Cohle
respectivamente. Su labor de mimetización con los personajes que encarnan es
espectacular. Harrelson encarna al que denominaríamos tipo corriente: un poli
casado y con dos hijas, en el que la felicidad que se nos vende en un principio
es una cortina para la amargura que encierra su personaje. Es alcohólico,
mujeriego y unos incontrolables impulsos en los que deja que su lado más animal
salga a la luz. A su lado está Matthew McConaughey, que ahora mismo está
viviendo el momento cumbre de su carrera, que acaba de coronar con el ansiado
Oscar. Aquí, McConaughey encarna a un
detective peculiar, en un impresionante ejercicio de economía gestual en la
juventud del personaje, pasando a un cuarentón pasadísimo de rosca con
demasiada química en la cabeza. Yo prefiero al Cohle contenido, silencioso,
aquél que no quiere saber nada de su compañero salvo lo estrictamente
profesional. Aparte de esto, McConaughey demuestra por qué es uno de los
grandes en el mencionado cuarto capítulo, cuando le toca infiltrarse, para
avanzar en su investigación, en un
sórdido club de moteros. La irrespirable atmósfera que se destila, las
infinitas rayas de cocaína que consume Cohle, su cara, su voz… no creo que sea
descabellado pensar, aunque sólo sea por un momento, si McConaughey se metió
algo de verdad para lograr esa increíble caracterización.
Respecto al guionista y al director, es de agradecer que
sean los mimos en los ocho capítulos de la serie, dando una coherencia
narrativa y formal que se alarga a lo largo de toda la temporada. Nic Pizzolato
es un profesor de universidad de literatura con par de capítulos de “The
killing” en su haber. Hay que decir que su trabajo es encomiable y que es una buenísima
noticia que vaya a encargarse de la escritura de la segunda temporada. Si se le
puede reprochar algo es que se ha puesto el listón muy, muy alto. El director
es Cary Fukunaga, conocido principalmente por su versión de “Jane Eyre”. Aquí
se revela como un auténtico maestro, y a partir de ahora seguro que le empiezan a llover ofertas. Uno de sus próximos proyectos es una nueva versión de “It”, película
que contará con dos partes basada en la magnífica novela de Stephen King.
En cuanto al comentado final, mucha gente se ha decepcionado
porque esperaban un giro fantástico en el último momento, o una respuesta a
todas las preguntas que se hacían (¿qué es Carcosa?). Personalmente, me alegro
que no se carguen a ninguno de los protagonistas, y sobre todo, me ha
encantado, esa maravillosa conversación que cierra la serie y que habla sobre
la eterna batalla entre el bien y el mal. Esa conversación sirve para que
veamos el giro de 180 grados que han sufrido los dos detectives a lo largo de
la temporada, viendo a un Rusty que tiene esperanza y que dice que la luz le va
ganando la batalla a la oscuridad.
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