"Machete" es una de las últimas películas del director texano
Robert Rodríguez, artífice la trilogía del Mariachi o la atemporal “Abierto
hasta el amanecer”. La cinta de la que toca hablar hoy es una continuación estética
y temática pero no narrativa del proyecto a cuatro manos que orquestó con su
amigo Quentin Tarantino, “Grindhouse”, así que, obviamente, el espectador que
vaya a verla tiene que estar muy seguro del tipo de película que va a ver: una
gamberrada de serie b pero con cierto toque de Hollywood.
“Machete” nació como un falso tráiler de los cuatro que se
hicieron para el intermedio que separaba las dos películas que componían “Grindhouse”:
“Planet Terror” y “death Proof”. En España, al igual que en multitud de países,
las cintas que formaban el díptico se estrenaron por separado, y sólo nos llegó
unos de los tráilers, precisamente el de la cinta que nos ocupa hoy. En él se nos contaba la
historia de un agente federal mexicano que es traicionado por su jefe debido a
su honradez, y que tras caer en el olvido, le proponen el asesinato de un
senador consiguiendo una jugosa recompensa, pero Machete es estafado y es
objeto de un intento de asesinato fallido, por lo que se vengará de quienes le
han traicionado.
La verdad es que el tráiler resultaba simpático y sentaba a Rodríguez
como un guante, ya que en muy poco tiempo podía hacer una gran locura que no
tuviese mucho sentido. Rodríguez tenía pensado sacar una segunda entrega de “Grindhouse”
con una película sobre su tráiler falso y otra sobre el tráiler de Eli Roth “Thanksgiving”,
un curioso slasher que era mucho más apetecible. Debido a que Grindhouse fue un
fracaso, no hubo segunda entrega, pero Rodríguez siguió adelante con su
proyecto y en 2010 estrenó Machete.
"Machete" sigue las pautas marcadas con su "Planet Terror": cine
muy autoconsciente de ser serie b con una trama disparatada digna de los héroes
de acción que reinaban en los 80 y en los 90, y que además se nos presentaba
con una textura similar a lo ofrecido en “Grindhouse”, con la sensación de que
la cinta que estamos viendo proviene de un rollo que ha sido transportado de
cine en cine en muy malas condiciones, provocando el granulado y las continuas
marcas que aparecen a lo largo del visionado.
La trama de la película trata un tema de mucha relevancia
social, y más en nuestro país si recordamos los tristes sucesos ocurridos en
Melilla hace unos días. Un racista senador quiere poner vallas electrificadas
que impidan acceder a territorio estadounidense a inmigrantes ilegales. Aquí Rodríguez
incluso llega a la sátira con esos reaccionarios y chuscos anuncios de la
campaña del senador, aunque su interés transita por otros lares.
Otro punto, que puede ser tomado a favor o en contra, es que
la cinta nunca se toma en serio a sí misma. Es verdad que Rodríguez siempre se
ha decantado por cierto tipo de cine, uno que admiraba y en el que podríamos englobar
casi toda su filmografía; pero si en “Desperado” o “Abierto hasta el amanecer”,
a pesar del evidente cachondeo, la trama no caía en la parodia o se reía de sí
misma, aquí no podemos decir lo mismo. El espectador es consciente en todo
momento de la gran broma que ha creado Rodríguez, algunos personajes no serían
lo tronchantes que son si nos los encarnasen quienes lo hacen (algo de lo que
hablaré más adelante), y algunas salidas de tono que no deben ser tomadas en
serio (los pensamientos del personaje de Jeff Fahey hacia su hija).
Pero si bien sabemos cuál es el producto que se nos vende,
eso no quiere decir que no debamos quejarnos de lo que nos ofrece. La primera
vez que la vi me pareció una cinta sin ritmo y que sólo buscaba grandes golpes
cómicos de vez en cuando mediante sus actores, no sus personajes (lo mismo que
me ocurrió con “Los mercenarios 2”). Sin embargo, la vi hace unos días cuando
la echaron en la tele, y he cambiado bastante mi opinión: me entretuvo muchísimo
más y me hizo muchísima más gracia todo el conjunto en vez de fijarme en
situaciones aisladas, pero también debo decir que a Rodríguez a veces se le va
mucho la mano, y esa desmesura puede jugar en su contra.
Respecto al reparto, hay que alabar a Rodríguez por el plantel de intérpretes que ha reunido, y no
sólo eso, sino también por los papeles que les ha ofrecido y estos han
aceptado. Robert De Niro como ese sádico senador que caza inmigrantes escopetas
en mano; Steven Seagal interpretando por primera vez en su vida a un peculiar
villano que tiene sus principios (hilarante final); Lindsay Lohan como la díscola
hija que no para de meterse en entuertos y a la que vemos disfrazada de monja;
Michelle Rodríguez como la despampanante líder de la revolución; o Shea Wingham
como perturbado sicario. No me olvido de Danny Trejo interpretando al héroe de
esta historia, pero es que su papel e interpretación son lo más justito de la
peli.
De Rodríguez ya he dicho lo que tenía que decir, si te gusta
su cine y lo que ofrece, adelante; si no, no pierdas el tiempo con esta
película, probablemente te sientas estafado. Servidor espera fervientemente ver
su secuela, “Machete Kills”, que contará con Charlie Sheen y Mel Gibson. No necesito
más motivos, aunque por estas tierras nuestras parece que no vaya a estrenarse
jamás.
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