lunes, 28 de octubre de 2013

"Cabaret", el mañana les pertenece



“¿Aún crees que podéis controlarlos?”

“Cabaret” cuenta la historia de la norteamericana Sally Bowles, interpretada por Liza Minnelli, que trabaja en un cabaret berlinés en 1931, justo cuando el nazismo se hallaba en pleno ascenso.  El lingüista británico Brian Roberts (Michael York) llega a Berlín y se hospeda en la misma pensión que Sally, donde se conocen e inician un turbio romance.

“Cabaret” es la segunda película de Bob Fosse, que ganó 8 oscars en la edición de 1972, en competencia directa con “El padrino”. Una de las cosas más curiosas de esta película, enmarcada en el género musical, es que funciona perfectamente como un drama romántico ambientado en pleno nazismo que podría prescindir de sus números musicales y aún así, su calidad no se resentiría.

Los números musicales funcionan como set pieces aisladas que reflejan y nos cuentan, siempre en tono de sátira y parodia, el desarrollo del contexto político (el ascenso del nazismo) y detalles del romance entre Sally y Brian.

La mejor escena de la película, que además refleja lo comentado en el párrafo anterior, es el número musical que tiene lugar en una comida de campo. Un joven rubio comienza a cantar una alegre canción, Tomorrow belongs to me, que parecer hablar sobre la naturaleza, pero según desciende la cámara sobre el joven, descubrimos que es un miembro nazi, y consecuentemente, hace que interpretemos de manera diametralmente opuesta el significado de la canción. Poco a poco, la gente que se halla en el lugar comienza a levantarse y a unirse al joven, y lo hacen con fuerza y sentimiento. Antes de que la escena acabe, el joven rubio extiende su brazo al frente, realizando el saludo nazi. Aquí vemos la metáfora más clara de lo que sucedió con el nacionalsocialismo, por lo que se puede calificar la escena como aterradora.



El director Bob Fosse, famoso coreógrafo, realiza una brillante labor detrás de las cámaras, pero donde se nota su mano es en la realización de los números musicales y en su planificación. La música, las coreografías y cómo nos lo cuenta, todo ello es mérito del director, quien hace que nos sumerjamos y deleitemos con esta trágica historia.

Respecto a los actores, el dúo protagonista está encarnado por Liza Minnelli y Michael York. La primera realiza una brillante labor como la frívola Sally Bowles. Su personaje puede parecer egoísta y caprichoso, pero también conecta muy bien con el público, sin mencionar que los números musicales no serían lo mismo sin ella. Por otro lado, Michael York encarna al británico Brian Roberts, un personaje tímido al principio pero que luego vemos que está lleno de secretos y sorpresas. Joel Grey encarna al misterioso maestro de ceremonias, que aparece solamente en el cabaret y en casi todos los números musicales. Él es el encargado de contarnos lo que está sucediendo fuera mediante geniales canciones plagadas de mucha crítica y sarcasmo (el número del gorila). En cuanto a una subtrama de la historia que envuelve a dos jóvenes amigos de la pareja protagonista, Fritz Wepper y Marisa Berenson son los encargados de representar las consecuencias del nazismo cuando la religión se interpone en el camino de dos enamorados.


Hay que destacar cómo en una película de hace 40 años se tratan con naturalidad unos temas que aún hoy suponen un tema casi tabú o que no se manejan de manera adecuada en la mayoría del actual cine estadounidense (malditos moralismos), como es la bisexualidad, los triángulos amorosos/sexuales o la profesión más antigua del mundo.

Por último, hay que recomendar esta película ya que es de esas pocas, por algunas de las razones mencionadas anteriormente, que puede considerarse objetivamente buena, y eso siendo muy poco generosos con semejante peliculón.

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