lunes, 1 de septiembre de 2014

"¡Qué dilema!", cuestión de tono


"- Me siento como si fuera tu 'garganta profunda'. ¿Has visto esa película?
 -¿'Todos los hombres del presidente'?
 -No, 'Garganta profunda'."

La penúltima película estrenada de Ron Howard, “¡Qué dilema!”, es el regreso del director a la comedia tras “El Grinch”, mediando entre una y otra película once años. La premisa de ésta es bastante popular: un hombre descubre que la mujer de su mejor amigo le es infiel. Es entonces cuando el dilema del título aparece, ¿debe contárselo y arruinarle la vida o esperar hasta que lo descubra solo?

La verdad es que esta breve sinopsis nos conduce al género de la comedia, pero hay que decir que, en este caso, si bien se ha optado por ese camino, tampoco se ha elegido la vía más fácil y hacer la típica comedia americana. En realidad, no se sabe si es cosa del guionista o del director, pero nunca se acaba de tener claro si lo que estamos viendo es una comedia dramática o un drama con tintes cómicos. A veces da la sensación de que la cinta es una clara comedia cómica que se inclina por unos personajes adultos que buscan, o al menos lo intentan, madurar. Ahí podemos ubicar la primera secuencia con los títulos de crédito, o esas escenas que buscan forzadamente la gracia entre gritos y exageradas gesticulaciones de Kevin James y Vince Vaughn. Y en varias ocasiones lo consiguen, como el momento “voyeur” del personaje de Vaughn o sus desbocados diálogos con el personaje de Queen Latifah.


Sin embargo, la película sigue avanzando y se introduce en unos derroteros y unos temas más propios del drama que, con un enfoque muy distinto, el director o su guionista nos habrían obsequiado con una cinta mucho más interesante. (SPOILERS) El amigo del engañado es un ex adicto al juego, que tuvo una aventura muchos años atrás con la esposa infiel cuando aún no era esposa de nadie, o la propia infidelidad como resultado de un matrimonio al que se considera un simple contrato. Si la película hubiese dejado a un lado los golpes de humor y las gracietas más artificiales, creo (y eso es mucho aventurar) que estaríamos hablando de algo muy grande.

Ahondando en las cuestiones que centran la cinta, hay que plantearse la siguiente pregunta: ¿es más infidelidad la de la mujer con un amante o la del marido que va a hacerse masajes con final feliz? Es una pena que el acto reprobable sea el que comete ella y que todas las acusaciones recaigan sobre el lado femenino. Dicho todo esto, no quiero transmitir la idea de que es una película fallida, sino que simplemente hubiese sido mucho mejor si se hubiese optado por un tono desde un principio. Está claro que la película busca que el público se ría, y en bastantes ocasiones lo consigue, pero también hace reflexionar, y es ahí donde debería haber profundizado más (FIN DE SPOILERS).


En el reparto nos encontramos con un gran Vince Vaughn entregado últimamente al género cómico, cuando lo cierto es que en su registro dramático es donde más fuerza demuestra, y en esta película da buenas pruebas de ello, como la poderosísima escena de la intervención. Kevin James vuelve al género del que nunca se ha ido, pero siempre está un escalón por debajo de Vaughn, tanto en las escenas cómicas como en las dramáticas. Winona Ryder interpreta al complejo e interesante personaje de la esposa infiel de James, y que es en sí mismo un dilema mucho más interesante que el de la trama de la película: una esposa obligada a ser infiel porque su marido busca otros consuelos que son ¿mejor aceptados? Jennifer Connelly, Channing Tatum y Queen Latifah también aparecen pero con roles con mucho menos protagonismo.

Respecto al director, no entiendo esa animadversión que se destila tanto en círculos críticos profesionales como en otros medios de internet hacia Ron Howard. Aquí vuelve a entregarnos un producto más que interesante y que no pierde el ritmo en ningún momento de la película.

Como apunte final, recomendar “¡Qué dilema!” a los más escépticos, y decirles que, si esperan encontrarse algo comercial y predecible, están equivocados, al menos en parte. Pero comprobad por vosotros mismos si, con alguna que otra reescritura, no estaríamos hablando de una idea interesante algo desaprovechada.

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