jueves, 6 de noviembre de 2014

"Relatos salvajes", el placer liberador de la rebelión


"Los hijos de puta gobiernan el mundo."

La estupenda y concisa frase que encabeza esta entrada sale de la boca de uno de los también estupendos personajes que habitan “Relatos salvajes”, película que se estrenó en nuestras carteleras hace varias semanas, último éxito del cine argentino que arrasa por la taquilla del país en el que se estrene. Aquí mismo, tras dos semanas en cartel, lleva ya recaudados más de un millón de euros, a lo que ayudó la reciente celebración de la fiesta del cine. Además, la crítica la ha aupado desde que se estrenó en el Festival de Cannes, y ya ha sido seleccionada para representar a Argentina como precandidata a los Premios Oscar y a los Premios Goya del año próximo. De aquí que surja la inevitable pregunta: ¿es para tanto “Relatos salvajes”?

Mi respuesta es que sí, aunque eso, como todas las cosas de la vida, va según los gustos de cada uno, pero la película que nos ofrece Damián Szifrón es de las que te dejan con una sonrisa que inunda el rostro desde que empieza hasta que termina, y también tiempo después de haber salido de la sala de cine. ¿Y cómo lo consigue? Pues resumiendo entre todos los aciertos que tiene, que son unos cuantos, la grandeza del film es provocar una sacudida liberadora en quien la está viendo. ¿Quién no se siente identificado con el personaje de Sbaraglia, cuando se encuentra a uno de esos maulas que inundan nuestras carreteras (y las de Argentina también)? ¿Quién no se ha sentido como el personaje de Darín, enfrentado a la burocracia de un sistema  de funcionariado público que en vez de buscar soluciones y facilitar la vida del ciudadano medio, parece empeñado en fastidiarle y hacerle sentir culpable? ¿Cómo no entender a esa novia a la que se le viene el mundo encima cuando se entera, el mismo día de su boda, de que su marido le pone los cuernos?


Szifrón aúna en seis breves, intensísimas y desternillantes historias el placer que provoca rebelarse contra el orden establecido y contra las expectativas construidas respecto a la ciudadanía civilizada, haciéndolo saltar por los aires como si del mismo Joker de Nolan se tratara, aunque a una escala mucho más pequeña. Para ello, el director comprime en un largo seis relatos que podrían dar perfectamente para sendas películas independientes, explicitando su carga crítica y reduciendo todo a los factores potenciales de cada historia para exprimirlos al máximo.

Otro acierto enorme que surge de haber contraído un riesgo también bastante grande, es el alto nivel que se mantienen a lo largo de los distintos episodios. Las películas de este tipo, que se dividen en varios fragmentos independientes, tienen un peligro inherente y no es otro que la dificultad de mantener el mismo nivel en cada uno de ellos. Por eso, en cualquier película de episodios digna de mencionar (ahora me viene a la cabeza “Four Rooms” o "Truco o trato") casi siempre ocurre que algunos capítulos son brillantes mientras que otros son poco menos que rutinarios. Aquí no se da el caso, ya que todos los capítulos poseen un nivel que es, como mínimo, notable.


Aquí destacar secuencias es más difícil puesto que cada historia es tan breve como brillante, por lo que cuesta aislar algún momento aislado. Pero ahí están momentazos como la consciencia de la coincidencia en “Pasternak”, todos los motivos para matar que da la cocinera en “Las ratas”, la brutal pelea de “El más fuerte”, el momento twitter de “Bombita”, la discusión por el reparto monetario en “La propuesta”,  los primeros minutos de “Hasta que la muerte nos separe” con el “Titanium” de Sia sonando a todo volumen, o cuando Romina, la protagonista de esta historia, da rienda suelta a su justificada locura en. Las referencias a otros clásicos como “El diablo sobre ruedas” y “Un día de furia” son inevitables, e incluso a “Rec 3”, puesto que la boda que culmina la película nos hace recordar al terrible y sangriento enlace que protagonizaron Leticia Dolera y Diego Martín en la infravalorada película de Paco Plaza.

El reparto de la película reúne a lo mejor del cine argentino, y del cine actual también, siendo los rostros más conocidos Ricardo Darín y Leonardo Sbaraglia. Son los que más fama tienen en España (Darín es uno de los actores más grandes y completos que existe) ya que también han hecho su incursión en el cine patrio. Los personajes de ambos empiezan como víctima, pero subvierten su rol hasta convertirlos en la propia amenaza a la que es probable mejor no enfadar, aunque cuando sus adversarios se den cuenta de esto será demasiado tarde. Darío Grandinetti también se luce con el crítico musical que vuela a bordo del avión de la historia inicial. En cuanto a ellas, Rita Cortese borda su negrísimo papel de cocinera homicida, instruyendo a su joven ayudante respecto al odioso cliente que acaba de entrar a su bar, y Érica Rivas como la adorable y loca Romina, la novia más divertida que hemos visto últimamente en el cine.


Damián Szifrón, creador de la serie “Los Simuladores”, da un paso de gigante con su tercer largometraje, ya que a partir de ahora su nombre será muy conocido y tenido en cuenta. Tanto en la faceta de director como en la de guionista, hace gala de un control absoluto para, irónicamente, contar seis historias donde el caos impera y brota por los poros de su personajes. Ojalá tenga algunos otros relatos guardados y nos los muestre en un segundo volumen. Además, el ritmo que otorga hace que la película se pase en un suspiro y nos deje con ganas de más.

En resumen, aprovechad para ver las dos horas más salvajes y cómicas que podéis encontrar en la cartelera, y que sirven de cierto desahogo liberación, ya que puede que sea verdad que los hijos de puta gobiernen el mundo, pero los protagonistas de estas historias harán lo posible para que no les sea tan sencillo.

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