martes, 4 de noviembre de 2014

"Magical Girl", el amor duele



"No dejo de pensar en la cara que pondríais si lanzase al bebé por la ventana."

“Magical Girl” es la segunda inmersión cinematográfica de Carlos Vermut, dibujante  y guionista de comics, que en 2011 debutó en el cine con la minimalista, en su puesta en escena, pero ambiciosa y compleja, en su guión, “Diamond Flash”, una peculiar vuelta de tuerca a la figura del superhéroe. En “Magical Girl” cuenta con un presupuesto más holgado y actores de mayor reconocimiento, pero las obsesiones del cineasta parecen no haber cambiado, ya que tanto aquella como la que hoy, nos ocupa, comparten varios puntos en común.

“Magical Girl” es de esas películas que cuanto menos sepas antes de verlas, mejor, ya que la sorpresa continua en la que el espectador se sumerge según va avanzando el metraje es de agradecer. La historia trata sobre una niña que padece un cáncer terminal y cuyo padre, Luis, con el objetivo de hacerla feliz, se propone regalarle un traje de magical girl, una serie japonesa a la que la niña tiene una gran afición. Luis está en paro y no dispone del dinero suficiente como para permitirse dicho traje, así que hará lo que sea para conseguirlo.


Aunque lo contado hasta ahora pueda sonar a manido y hará preguntarse al lector de esta entrada qué es lo que diferencia esta película a muchas otras con idéntico punto de partido es que Vermut nunca toma el camino fácil. La construcción del entramado de personajes es espectacular, en el que la más nimia casualidad, como si de la pieza de un puzzle cualquiera se tratase, cobra la mayor de las importancias, ya que cuando los desconocidos se conocen, no hay vuelta atrás, y su destino quedará marcado, casi siempre y en el peor de los casos, por las motivaciones del otro. Y lo peor de todo, es que esas motivaciones surgen del amor.

Vermut, a pesar de los recurrentes golpes de humor (negrísimo), parece un pesimista empedernido, y un manipulador muy grande. Es capaz de hacer que nos encariñemos y comprendamos a ese profesor de literatura en paro, incapaz de entender cómo puede valer menos “La colmena” que la guía telefónica, que está dispuesto a cumplir el último deseo de su hija, para luego, cuando se ponga manos a la obra a recaudar el dinero mediante el chantaje y la extorsión a Bárbara, ese personaje que a casi media película roba el protagonismo y ya no lo suelta, nos hará parecer el mayor de los villanos.

“Magical Girl” también posee otros puntos en común con Diamond Flash”, y que ya podrían considerarse constantes en su pequeña filmografía. Por un lado, está la rica simbología que constituyen unos objetos o lugaresque, en un principio, pueden parecer más o menos cotidianos, pero que dentro de la película cobran una vital importancia para los personajes. Sirvan como ejemplo el solitario ejemplar de la Constitución Española, la pieza del puzzle que encuentra Luis y que pertenece a otro personaje clave en la historia, una nota de papel que desaparece por arte de magia, una cicatriz que ya es icónica, o ese lugar que ya es mítico para cualquiera que haya visto la película, y que no es otro que el misterioso Cuarto del Lagarto Negro. Puro terror.


Por otro lado, Vermut huye de la narrativa convencional y deja que el espectador sea el que complete e imagine los huecos (también misterios) que esta elaboradísima historia deja al arbitrio de quien la ve. Eso no quiere decir que el espectador tenga que estrujarse los sesos para entenderla; de hecho, si uno está atento es imposible que se pierda. Lo que pide el director es la complicidad y el trabajo del espectador, y, si éste cumple su parte, quedará gratamente recompensado.

En cuanto a la parte negativa, y que en mi humilde opinión resta enteros a la cinta, es la arritmia de la que padece. Hay que ser muy hábil para hacer una película que prácticamente se nutre de diálogos, con una dilatación del tiempo interno de las escenas y abundancia de planos fijos, sin perder el interés. Pero esto es una cuestión de gusto y que varía según el espectador y en caso del que escribe, es un aspecto a pulir. Respecto a secuencias destacadas, hay que mencionar la potente escena inicial, la cena del padre y la hija tras su paso por el hospital, Barbará cogiendo al bebé de sus amigos, Bárbara y sus “distintas maneras” de recaudar dinero, la demoledora escena de Damián y su psicóloga, o las sorprendentes secuencias finales, con un final redondo y que completa la estructura cíclica de la obra.


Luis Bermejo, Bárbara Lennie y José Sacristán son los tres grandes protagonistas de la película. Bermejo encarna al padre de la niña, sufridor al principio y cuya conversión en monstruo manipulador según transcurre la trama es digna de admirar. Gran trabajo el suyo. Lennie encarna al torturado y misterioso personaje de Bárbara, sobre el que, como se ha dicho antes, es mejor no saber nada. La actriz está impresionante con un papel muy difícil al que dota de muchísima humanidad y con el que se empatiza al instante. Ojalá se reconozca su labor en forma de premio más que merecido. Por último está José Sacristán, cuya potente voz es la primera que oímos en la maravillosa escena inicial, con un personaje distinto al que estamos acostumbrados a ver en él, pero como siempre, brillando.

Vermut, ganador de la Concha de Plata al Mejor Director en el último festival de San Sebastián, se empeña y consigue exprimir al máximo el minimalismo y su puesta en escena parece encaminada a conseguir la perfección en la composición de cada uno de los planos de la película. Su labor como guionista es prácticamente inmejorable. Sólo pido que siga escribiendo. Mucho.

La película de la que todo el mundo habla per de la que nadie dice nada para no estropear su visionado. La búsqueda del traje de unos dibujos animados es sólo el principio. Lo que asoma del universo de Vermut, lagarto negro incluido, es de lo que no hay que perderse.


“Hojalata”

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